Lola y las
ideologías
Casi todo el día fuera de casa
hizo posible que Lola anduviera atenta a las reflexiones y debates de
la televisión, que dejé encendida en la cocina por casualidad.
Pobrecita, cuánto daño le he debido hacer. Claro que
podría haber sido peor si hubiese dejado la tele.
El caso es que a la vuelta no me
encontré a la efusiva Lola esperándome ansiosa con sus
acostumbrados rabazos y esos ojos desorbitados llenos de energía
que dicen: vamos, vamos, corramos por ahí, que la sangre y los
músculos me piden marcha. No. Le encontré mohína,
cabizbunda y meditabaja. Vaya por dios, mi perrita está mala.
Mas analizado el asunto, vine a convenir que Lola no tenía
enfermedad física, pero sí un empacho de tertulias televisivas de tres pares. Nada más, y nada menos.
Me siguió como un corderito
hasta el sillón y se subió con desgana a su sofá,
desde el cual establecimos al instante la comunicación. Y esos
ojos vivos, llenos ahora de confusión me preguntaron
angustiados. ¿Qué es la ideología? Al momento me
despachurré en el asiento. El asunto era más grave de
lo que suponía. Ella me miraba con cara de cordero degollado.
Y realmente le habían degollado el cerebro y su almita (los
perros tienen alma, ¿pasa algo?) estaba una vez más
acongojada porque el mundo de los humanos es muy complejo. Digamos
que lo complicamos todo mucho. Y nos gusta además. Y hay quien
vive muy bien de ello.
Verás Lola. La vida es muy
compleja. Cada uno la vive y la siente de manera diferente. Pero
estamos condenados a vivir en sociedad. Los humanos no podemos vivir
de otra manera. Un pueblo, una tribu, una nación… Lo que
sea, pero necesitamos sentirnos juntos porque así nos va mucho
mejor. Pero claro, la sociedad hay que ordenarla, hay que
organizarla, o podría ser un caos que imposibilite la vida
misma. No podemos ir cada uno por nuestro lado. Entonces la gente ha
comprendido que hay que organizarse por ideas afines, ante la
necesidad de defender aspectos fundamentales como la educación,
la economía, la salud, la libertad, la seguridad… Para ello
se crean grupos de personas de ideas afines y se les llama partidos.
Cada partido tiene a veces cosas comunes con otros, pero a veces no.
Son visiones distintas de las cosas, de cómo se organiza la
sociedad, por ejemplo. Y para que esos grupos que piensan distinto
de tantas cosas funcionen pacíficamente surgen unas reglas de
juego. A esas reglas de juego se le llama democracia. Y a esas
visiones diferentes de las cosas, de cómo deben relacionarse
los individuos y conformarse la sociedad, se le llama ideología.
Jaja. Lola, al oír la palabra
“juego” mueve la cola en señal de aprobación. Nota
que finalmente nosotros los humanos somos un poco como la sociedad
avanzada de los perritos. Siempre jugando. En fin.
Pues verás Lola. Prácticamente
todas las ideologías pueden resumirse en dos, que destacan por
su gran presencia en la sociedad. Las demás son desviaciones
más o menos intensas de estas: la izquierda y la derecha. Y
aquí viene ahora lo bueno, Lola.
Una y otra parecen como si fueran de
otro planeta. Casi nunca encuentran puntos comunes. Es más, la
mayor parte de las veces juegan a distanciarse, no a aunar esfuerzos.
No son rivales, sino enemigos. Y a los enemigos hay que liquidarlos.
Tal que así juegan a teatralizar sus actos estos dos
comportamientos. Yo misma llego a pensar si el hecho de ser humanos,
de vivir en un mismo país, de haber compartido una historia,
de tener familias en ambos espacios ideológicos, de querer el
bienestar de las gentes, de recibir la luz y el calor del mismo sol,
no es suficiente motivo de encuentro. Pues no es así Lola. Hay
gente empeñada en el desencuentro, en la separación, en
llevarse el gato al agua. Y eso es sospechoso. Cuando alguien quiere,
insistentemente, aniquilar al contrario, demonizarlo o dominarlo
hasta hacerlo insignificante es que quiere imponer por fuerza sus
valores a la sociedad. Mal asunto.
En general la llamada izquierda hace
más hincapié en lo social. Pero… ¿qué
es lo social? ¿Acaso la derecha no se ocupa de lo social?
Entendemos lo social por el número de personas. El pueblo,
como gusta decir a la izquierda. Como si el pueblo no fuéramos
todos.
Sucede, Lola, que la izquierda no cree
en el individuo, sino en la masa. O eso dice. La masa ya se sabe, no
tienen cerebro. Funciona a base de instinto primario. De bilis. De
estómago. Los panaderos, los alfareros y los políticos,
saben mucho de masas, y de cómo se le da la forma que uno
quiere. Es así. La masa es manejable, como la plastilina. Por
eso se insiste en que la gente no piense en individuo, sino en masa.
Hasta las matemáticas, Lola, fueron una vez “teoría
de conjuntos” Jajaja. El individuo era un “elemento del
conjunto”.
Pero cabe una pregunta, Lola.
¿Realmente le preocupa a la izquierda el bien de la sociedad,
es decir, de los individuos que la forman? Bueno, habría mucho
que hilar. No se entiende muy bien los maravillosos y antisociales
retiros de altos y medios dirigentes de la izquierda, pasados y
presentes, millonario algunos de ellos. No sé si han caído
en el pecado de la derecha, o es que realmente les importa un bledo
el socialismo y tan solo usan la marca como plataforma para sus
anhelos personales. Ya se sabe que la masa responde mejor a la
llamada de la selva. Y también se sabe que el poder es la
droga más dura, Lola. El poder lleva al dinero, pero no
siempre el dinero lleva al poder. Así es la cosa. Así
que cabe pensar que el asunto social, no es más que una
máscara para controlar la sociedad, perpetuarse en el poder y
llenarse el bolsillo de votos, luego de poder, y luego de pasta.
Pero la izquierda montaraz tiene mala
prensa en general debido a las circunstancias históricas
revolucionarias. Detrás de la palabra izquierda hay muchas
connotaciones no precisamente bondadosas. Con el pretexto del
socialismo se han producido centenares de millones muertos, robos
ingentes, atropellos sin fin y crueldades fuera de lo común.
Muchísimos más que con cualquier otra ideología
o religión a lo largo de la historia de la humanidad. El
socialismo tiene la rara virtud de sacar lo peor de la masa, de cada
individuo que la compone, haciéndolo un gigante vengador y
peligroso. Ríete de las guerras donde se mataban decenas o
centenares de miles de muertos. Aquí, Lolota, hablamos de
millones.
El socialismo ha tenido y tiene muchas
caras. Pero en todas ellas hay una voluntad por controlar al
individuo, por hacerle súbdito, que no ciudadano, de unos
valores impuestos. Y abarcan desde un extremo hasta el otro del
abanico revolucionario. Lenin, Stalin, Hitler, eran socialistas.
Jaja. Son caras de una misma moneda. Nacionalsocialismo, le
llamaban, que es una versión muy peligrosa, pues a la
aventurada idea de la raza superior, cuando se sabe que todos venimos
de África, se aunaba la voluntad del control social mediante
el socialismo Es decir, que a estos sujetos les encantaban las
sociedades hormiguero. La hormiga no importa. Se puede sacrificar sin
más. Es incluso un honor sacrificarse por el hormiguero. Las
hormigas vulgares, claro, no las dirigentes.
Pues bien, para que la connotación
revolucionaria y violenta no se note, la izquierda moderna adopta
románticas imágenes (la rosa en el puño) e
incluso se cambia el nombre y se llama a sí misma
“progresista”. Sí, ellos se han bautizado así. Es
el gran logro de la izquierda: son dueños de las palabras. Las
inventan, las recrean, les dan nuevos significados y las lanzan al
mercado social donde son ampliamente absorbidas incluso por la no
izquierda. El gran poder de la izquierda es el lenguaje, Lola. Hoy
todos hablamos como la izquierda.
Como la izquierda es excluyente por
definición, todo lo que no es progresista es retrógrado,
antisocial, malo por sí mismo e incapaz de bien alguno. Ellos
son los paladines de la humanidad. Sus santos bienhechores. Lo que
salga de la progresía es bueno. Siempre bueno. Lo mejor de lo
mejor para la humanidad. Los otros son lo peor de lo peor, por tanto
no hay que rozarse con ellos, no hay puntos de encuentros. No sea que
se contaminen. Esto es así, Lola y además les funciona.
Ya ves, Lolita, al final la humanidad se mueve por planteamientos muy
simples e ingenuos. Porque otra virtud de la izquierda es conocer la
condición mezquina de la humanidad y hacer negocio con ella.
La propaganda la manejan como nadie.
¿Y la derecha? Ah, la derecha.
Es compleja la derecha. Realmente la derecha existe porque la creó
la propia izquierda. Ya sabes, los que no están conmigo están
contra mí. A la izquierda le encanta ese maniqueísmo
simplista. Ricos y pobres, opresores y oprimidos, amos y esclavos,
explotadores y explotados, buenos y malos, izquierda y derecha. Pero
claro, milagrosamente no todos funcionamos con esas simplezas.
Si acudimos a un análisis fuera
de la órbita del progresismo, tenemos que la derecha respeta
al individuo, entiende lo social como una suma de individuos, con
libertad, autonomía, capacidad de elegir, respeta los bienes,
su iniciativa individual, sea económica, cultural… La
derecha, o la no izquierda, no cree en la sociedad tipo hormiguero.
Cree en la sociedad del individuo, de la libertad. Piensa que el
individuo tiene capacidad de solucionar sus problemas, se espabila
para conseguir su bienestar. No desean la intervención del
estado, ese gran controlador, el rey del hormiguero. Poco estado,
mucho individuo, mucha libertad. Reglas de juego amplias. Poco
control. Eso es estupendo, pero es también peligroso, porque
aprovechando la ocasión hay que ver la cantidad de
sinvergüenzas que campan a sus anchas. Pero ni más ni
menos que en la izquierda, no creas. Los buenos y los malos están
en todas partes, no son patrimonio de ningún grupo. Pero en
esencia, la bandera de la izquierda es lo social, y la de la derecha
es la libertad.
La derecha es muy amplia, por eso sus
votantes están muy dispersos y en cada elección
fluctúan de un partido a otro. En cambio la izquierda tiene
controlado a un nutrido grupo de subvencionados que son el núcleo
permanente de votos que siempre manejan. De ahí el empeño
en las subvenciones de todo tipo a cualquier aspecto social: actores,
sindicatos, cine, grupos marginales y mil etc. más. Siempre a
los amigos y los amigos de los amigos. La figura del estómago
agradecido es algo clásico en la historia social. Dependen de
ello para vivir. La derecha no.
La derecha suele estar ausente de los
problemas sociales porque no entiende de sociedad, sino de
individuos. Es un error, evidentemente, porque hay muchos aspectos
de la vida que competen a todos. Piensa que el sujeto está
capacitado para sobrevivir y tiene las oportunidades para ello. Lo
cierto es que el planteamiento es falso. En la sociedad de hoy ese
planteamiento no se sostiene porque la complejidad de la vida, en
estos momentos de verdadera revolución tecnológica, va
dejando al margen a mucha gente incapaz de subirse al carro y
sobrevivir. La derecha recia no ha necesitado universidad pública.
Manda a sus hijos a universidades privadas. La derecha no necesita
medicina general. Van al médico que quieren cuando quieren. La
derecha piensa que si todos nos encargásemos de nuestros
propios intereses, sin la mano del estado, viviríamos mejor.
Dudo mucho que sea cierto.
Si bien la derecha respeta la libertad
del individuo, y es la bandera que puede hondear con orgullo, tampoco
la derecha es perfecta. El capitalismo no es perfecto. Es lo mejor
que existe. Hoy por hoy no tiene recambio. Nada será perfecto
si se respeta la condición indispensable de la libertad, pero
hay que tener un control porque allá donde haya personas,
Lola, hay hipocresía, envidias, egoísmo… Maldad. Las
leyes, los jueces, están para ello. Para que se cumplan las
normas y los abusones del patio de recreo no se coman su bocadillo y
el de los demás. Pero para eso, también los jueces han
de ser libres, Lola…
También la derecha presenta
varias secciones. A La más recia se le antepone ya una
derecha más… social, si se me permite la palabra. Aunque
solo sea por la evidencia de la desigualdad de vidas, de opciones, de
personalidades y caracteres, y lo difícil que es poner remedio
a estas cosas ahora mismo, la derecha copia ciertas políticas
sociales de la izquierda. Incluso el lenguaje. Es un rostro más
moderado, más centrado. Pero la izquierda no quiere saber nada
de eso, y empuja a la derecha a base de propaganda al abismo de los
esclavistas, retrógrados, vampiros y demonios de los
infiernos. Niega su evolución, porque no le interesa. Le va
en ello su propia existencia. Recuerda que la izquierda es
exclusivista.
Ya ves Lola, que el gran problema de
España es que la izquierda no quiere cambiar, porque se
encuentra muy cómoda. Basta con decir que viene el coco, y los
niños se refugian en sus brazos.
Así que Lola, en la izquierda
hay mucho de derecha retrograda, y en la derecha, hay mucho de
demagogia de la izquierda. Así que Lola, Lolita, Lola, como
ves todo es confuso en España. Lo cierto es que en otros
países, las cosas no son tan drásticas, tan dramáticas,
tan decisivas, y la alternancia de poderes se realiza con menos
repugnancia, con más nobleza. Y eso es salud para todos. Eso
sí que es hacer sociedad saludable.
En fin. Lola se me ha dormido. No sé
en qué capítulo de estos comentarios lo hizo, pero está
claro que ni le va ni le viene. Lola quiere jugar, comer, dormir…
Vida de perros. Quien pudiera.